miércoles, 21 de febrero de 2007

¿Hambre?

Caldo con verduras, pollo con champiñones

Típica comida de casa. Esa vez fue caldo blanco con verduras (calabacita, papa, zanahoria, a mi no me gusta el chayote por eso mi plato no lo lleva) y pollo con champiñones en escabeche (de lata, que mi novia llevó). Ambos son versiones "mini" del puchero y del pollo en estofado respectivamente, dos grandiosos platos del repertorio de mi madre, una especialista del arroz, como se nota en la toma.

jueves, 15 de febrero de 2007

Minerva I

Venía de recoger un papel para mi madre del consultorio de su cardiólogo, en dos días debía presentar dicho papel en un hospital para que ingresaran a mi madre y le ejecutaran un cateterismo con el fin de desbloquearle arterias y así pudiera seguir ayudando gente en este pinche mundo que no la merece (me incluyo, por supuesto).

Me gusta caminar, así que en cuanto recibí el encargo, y después de sentirme brevemente satisfecho de que había tenido éxito en la misión que mi hermana me encomendó (y que con ello también me ahorraba su regaño), decidí tomar rumbo hacia la costa a esperar un camión que me dejara mero enfrente de la biblioteca de la Universidad donde trabajo. Tres largas cuadras en una avenida agradable que al final no lo era tanto debido al ajetreo que traen las preparaciones para el carnaval en el puerto: instalación de gradas, reparaciones de calles, colocación de anuncios, instalación de puestos, pruebas innecesarias de sonido para atraer gente a los puestos de cerveza -armándose en ese momento-, como si la excesiva promoción a todo lo largo del boulevard no fuera suficiente para aquellos creídos que la cerveza hidrata y crea felicidad (me incluyo, por supuesto).

Pasé por todo eso y llegué a la parada del camión. Sólo un carril quedaba libre por culpa de las gradas y los carros estacionados, el tráfico era muy lento. Llegó un autobús a la parada, no era el mío, pero su puerta se colocó y abrió en perfecta línea con mi mirada. Me preguntaba por qué se había parado ahí en el momento que vi una figura rechoncha decidirse a bajar muy dubitativamente. Atento como siempre yo, al cerciorarme que era una señora me levanté y le acerqué mi brazo que, al ver la falta de correspondencia de su mano para con él, se lo ofrecí hasta serle imposible no apoyarse en él. Últimamente ha habido gentuza que se ha atrevido a negar mi apoyo ofrecido y no iba a permitir que volviera a ocurrir tal desconsideración hacia mi bondad inmerecida. Llegó al concreto de mi mano y me soltó.

-Gracias- Se acordó de decir la mujer para fortuna de este pinche mundo y la visión decadente que vengo teniendo de su gente. "Je, otra vida salvada" pensó el héroe en mí y le sonreí. Ella era una señora como de cuarenta años corta y gruesa, fuerte en apariencia y dura en sus gestos, ojos entrecerrados y labios apretados. Sus maneras y su confusión ante su derredor la delataron como foránea no-citadina. Ella comenzó a caminar y yo me senté a seguir esperando mi camión, pero todavía quedaban buenas acciones por realizar.

miércoles, 14 de febrero de 2007

23-24

Recuérdame como esa hora del día.

martes, 6 de febrero de 2007

Pequeña nota

Chale, qué días (y noches) tan jodidos. Todo va de mal en peor.

sábado, 3 de febrero de 2007

El Bisabuelo decía:

- ¡Es que yo sé cómo me llamo!
- Jodido me ven y así me envidian.
- Cuando más pobre estoy, eructo pollo.
- Imposible es, dijo Chucha, atajar un pedo miando.
- Eres como la campana: todos llegan y te tocan.
- Confunden el amor con las ganas de ir al patio.

Dice mi madre:
"Pálido. Muy alto y bien formado, de noble figura era mi abuelo Emiliano Ferreira Mendoza. Alvaradeño.
La familia Mendoza era de ahí cerca, de Cabada, muy guapos ojo verde. Papa tenía los ojos café claro.
A tu padre le causaba muy buena impresión. A tu padre le puso Eustorgio (nombre de indio: lo usan mucho allá en Oaxaca, entonces cuando lo vio así le puso, Eustorgio).
Tenía bonita letra, dibujaba bien y era casi casi ingeniero. Hacía barcos, lanchas de madera. Su especialidad era tornero, de las piezas de maquinaria esas. Sabía mucho de mecánica, de navegación."

jueves, 1 de febrero de 2007

Astucia vs paranoia


En la cabeza de Nat Anteil había aparecido una sospecha, y no podía hacer nada para quitársela de encima. Le parecía que Fay Hume se había involucrado con él porque su marido se estaba muriendo y quería tener la seguridad que, cuando ello sucediera, tendría a otro hombre que ocuparía su lugar.
Pero, pensó, ¿qué hay de malo en ello? ¿Es antinatural para una mujer con dos hijas que cuidar, más una casa grande, más todos esos animales y esa tierra, querer un hombre que le descargue la responsabilidad de los hombros?
Era la intencionalidad del acto lo que le molestaba. Ella le había visto, y le había elegido y preparado para conseguirle a pesar del hecho de que estaba casado y ya tenía una vida planeada. A ella no le importaba que deseara conseguir una carrera universitaria y que su mujer y él se mantuvieran de forma tan modesta; ella sólo le veía como un apoyo a su vida. O, al menos, es lo que sospechaba. No lograba entender su posición; parecía genuina y emocionalmente involucrada con él, y era posible que lo estuviera incluso contra su propia voluntad. Después de todo, corría un riesgo terrible, poniendo en peligro su casa y hogar, su vida entera, por los encuentros que mantenía en secreto.
Cuando llego a esa conclusión, no logro entenderla del todo, pensó. No hay manera de saber con cuánta intencionalidad actúa, lo consciente que es de las consecuencias de sus actos. En la superficie parece impaciente, infantil, que desea algo en el presente inmediato, sin preocuparse por el futuro. Juega para la ganancia a corto plazo. Decididamente, nos vio a Gwen y a mí y quiso conocernos; nunca ha habido dudas al respecto. Y ella misma reconoce que es egoísta, que está acostumbrada a salirse con la suya. Que si se le niega algo, le da un ataque de rabia. El mantener una relación conmigo —cuando es un pilar de la comunidad, propietaria de un hogar tan grande e importante, que conoce a todo el mundo y tiene a dos niñas en la escuela— demuestra lo corta de vista que es. ¿Es éste el acto de una mujer que piensa en las consecuencias a largo plazo?
Sin embargo, pensó, yo me considero una persona madura y responsable, y me he involucrado con ella. Tengo mujer, familia, una carrera en la que pensar y, no obstante, estoy poniendo todo en peligro con esta relación; estoy tirando —posiblemente— el futuro por algo del presente.
¿Podemos llegar a conocer nuestros propios motivos?
En realidad, un ser humano es un organismo biológico que se va desplegando, que muy a menudo se ve atrapado por fuerzas instintivas. No es capaz de percibir el objetivo de esas fuerzas, cuál es su meta. De lo único que es consciente es de la tensión que ponen en él, la presión. Le obligan a hacer algo. Pero, ¿por qué?... Es incapaz de contestar en ese momento. Quizá después. Algún día tal vez sea capaz de mirar hacia atrás y ver exactamente por qué me involucré con Fay Hume, y por qué ella arriesgó todo para relacionarse conmigo.
En cualquier caso, tengo la convicción de que sea cual fuere la razón, es un asunto profundamente serio, profundamente responsable y calculado, y no el capricho del momento. Ella sabe lo que está haciendo, mejor que yo.
Y me está utilizando; es la principal manipuladora en este asunto, siempre lo ha sido, y yo no soy más que su instrumento. ¿En qué me convierte eso? ¿Dónde me coloca? ¿Mi vida ha de modificarse para ponerse al servicio de otra persona, de una mujer que está decidida a mantener a su familia sobre una base operativa segura y a la que no le importa destrozar el matrimonio de otro, su futuro, sus sueños, con el fin de conseguirlo?
Pero si no es consciente de ello, si actúa de manera instintiva, ¿puedo considerarla moralmente responsable?
¿Estoy pensando como el universitario que soy?
Llevaba días atormentándose con tales ideas. Y parecía que cada vez se hundía más en la ciénaga circular del raciocinio puro. De nuevo se encontraba en su clase de filosofía, donde el debate no llevaba a la solución o la comprensión, sino a más y más preguntas. Las palabras engendraban palabras. Los pensamientos engendraban una preocupación febril con el pensamiento, con la lógica como tal.
¿Quién lo sabría? ¿Fay? ¿Su hermano? ¿Charley?
Si alguien lo sabe, debe ser Charley Hume, allí tumbado en la cama del hospital.
O quizá él tampoco lo resolvió nunca. Por lo que Fay había dicho, en apariencia Charley había sido ambivalente hacia ella, a veces amándola con perdida devoción y otras sintiéndose tan atrapado, tan victimizado y degradado, convertido en un objeto, que le había tirado una cosa tras otra a la cabeza. Charley, ingresado en el hospital, sabía más de lo que él había sabido jamás; poseía la débil intuición —a veces— de que su mujer le había utilizado por motivos personales para construirle una gran casa, que también utilizaba a sus hijas, y a todo el mundo... pero, entonces, esa intuición se desvanecía y se quedaba sólo en el amor desesperado que sentía por ella. ¿No se trataba de un patrón histórico entre hombres y mujeres? Las mujeres obtenían la ventaja de forma indirecta, por medio de la astucia.
Y el problema es, se dio cuenta, que una vez que empiezas a pensar así, que empiezas a buscar indicios de que estás siendo utilizado, encuentras evidencias por todas partes. Paranoia. Si ella te pide que la lleves a Petaluma para recoger un saco de cincuenta kilos de alimento para patos, que, claramente, no puede levantar, ¿es una señal de que ya no eres un hombre, un ser humano, sino sólo una máquina capaz de levantar un saco de cincuenta kilos y meterlo en la parte de atrás del coche?
¿Es que no elige todo el mundo a sus amigos porque les son útiles? ¿Un hombre no se casa con una mujer que le halaga, que le hace cosas como cocinar y comprarle ropa? ¿No es natural? ¿El amor es natural cuando une a personas que, de lo contrario, no serían de valor práctico la una para la otra? Continuó razonando de esta forma.


Philip K. Dick en "Confesiones de un artista de mierda". Chingón libro que no leí sólo por... no querer, duh. Ahí estuvo el pobre esperando al lado de mi cama hasta que se me ocurriera estirar la mano y continuar leyéndolo. A decir verdad empieza lentón, cuesta trabajo leer a Dick en ondas tan mundanas y aterrizadas como esto de las relaciones humanas. Esta parte la leí durante la tarde, y me gustó tanto como para iniciar esto así.

Y así, empiezo la bitácora, empiezo de nuevo a leer, y así empieza este mes tan remembrante.