jueves, 1 de febrero de 2007

Astucia vs paranoia


En la cabeza de Nat Anteil había aparecido una sospecha, y no podía hacer nada para quitársela de encima. Le parecía que Fay Hume se había involucrado con él porque su marido se estaba muriendo y quería tener la seguridad que, cuando ello sucediera, tendría a otro hombre que ocuparía su lugar.
Pero, pensó, ¿qué hay de malo en ello? ¿Es antinatural para una mujer con dos hijas que cuidar, más una casa grande, más todos esos animales y esa tierra, querer un hombre que le descargue la responsabilidad de los hombros?
Era la intencionalidad del acto lo que le molestaba. Ella le había visto, y le había elegido y preparado para conseguirle a pesar del hecho de que estaba casado y ya tenía una vida planeada. A ella no le importaba que deseara conseguir una carrera universitaria y que su mujer y él se mantuvieran de forma tan modesta; ella sólo le veía como un apoyo a su vida. O, al menos, es lo que sospechaba. No lograba entender su posición; parecía genuina y emocionalmente involucrada con él, y era posible que lo estuviera incluso contra su propia voluntad. Después de todo, corría un riesgo terrible, poniendo en peligro su casa y hogar, su vida entera, por los encuentros que mantenía en secreto.
Cuando llego a esa conclusión, no logro entenderla del todo, pensó. No hay manera de saber con cuánta intencionalidad actúa, lo consciente que es de las consecuencias de sus actos. En la superficie parece impaciente, infantil, que desea algo en el presente inmediato, sin preocuparse por el futuro. Juega para la ganancia a corto plazo. Decididamente, nos vio a Gwen y a mí y quiso conocernos; nunca ha habido dudas al respecto. Y ella misma reconoce que es egoísta, que está acostumbrada a salirse con la suya. Que si se le niega algo, le da un ataque de rabia. El mantener una relación conmigo —cuando es un pilar de la comunidad, propietaria de un hogar tan grande e importante, que conoce a todo el mundo y tiene a dos niñas en la escuela— demuestra lo corta de vista que es. ¿Es éste el acto de una mujer que piensa en las consecuencias a largo plazo?
Sin embargo, pensó, yo me considero una persona madura y responsable, y me he involucrado con ella. Tengo mujer, familia, una carrera en la que pensar y, no obstante, estoy poniendo todo en peligro con esta relación; estoy tirando —posiblemente— el futuro por algo del presente.
¿Podemos llegar a conocer nuestros propios motivos?
En realidad, un ser humano es un organismo biológico que se va desplegando, que muy a menudo se ve atrapado por fuerzas instintivas. No es capaz de percibir el objetivo de esas fuerzas, cuál es su meta. De lo único que es consciente es de la tensión que ponen en él, la presión. Le obligan a hacer algo. Pero, ¿por qué?... Es incapaz de contestar en ese momento. Quizá después. Algún día tal vez sea capaz de mirar hacia atrás y ver exactamente por qué me involucré con Fay Hume, y por qué ella arriesgó todo para relacionarse conmigo.
En cualquier caso, tengo la convicción de que sea cual fuere la razón, es un asunto profundamente serio, profundamente responsable y calculado, y no el capricho del momento. Ella sabe lo que está haciendo, mejor que yo.
Y me está utilizando; es la principal manipuladora en este asunto, siempre lo ha sido, y yo no soy más que su instrumento. ¿En qué me convierte eso? ¿Dónde me coloca? ¿Mi vida ha de modificarse para ponerse al servicio de otra persona, de una mujer que está decidida a mantener a su familia sobre una base operativa segura y a la que no le importa destrozar el matrimonio de otro, su futuro, sus sueños, con el fin de conseguirlo?
Pero si no es consciente de ello, si actúa de manera instintiva, ¿puedo considerarla moralmente responsable?
¿Estoy pensando como el universitario que soy?
Llevaba días atormentándose con tales ideas. Y parecía que cada vez se hundía más en la ciénaga circular del raciocinio puro. De nuevo se encontraba en su clase de filosofía, donde el debate no llevaba a la solución o la comprensión, sino a más y más preguntas. Las palabras engendraban palabras. Los pensamientos engendraban una preocupación febril con el pensamiento, con la lógica como tal.
¿Quién lo sabría? ¿Fay? ¿Su hermano? ¿Charley?
Si alguien lo sabe, debe ser Charley Hume, allí tumbado en la cama del hospital.
O quizá él tampoco lo resolvió nunca. Por lo que Fay había dicho, en apariencia Charley había sido ambivalente hacia ella, a veces amándola con perdida devoción y otras sintiéndose tan atrapado, tan victimizado y degradado, convertido en un objeto, que le había tirado una cosa tras otra a la cabeza. Charley, ingresado en el hospital, sabía más de lo que él había sabido jamás; poseía la débil intuición —a veces— de que su mujer le había utilizado por motivos personales para construirle una gran casa, que también utilizaba a sus hijas, y a todo el mundo... pero, entonces, esa intuición se desvanecía y se quedaba sólo en el amor desesperado que sentía por ella. ¿No se trataba de un patrón histórico entre hombres y mujeres? Las mujeres obtenían la ventaja de forma indirecta, por medio de la astucia.
Y el problema es, se dio cuenta, que una vez que empiezas a pensar así, que empiezas a buscar indicios de que estás siendo utilizado, encuentras evidencias por todas partes. Paranoia. Si ella te pide que la lleves a Petaluma para recoger un saco de cincuenta kilos de alimento para patos, que, claramente, no puede levantar, ¿es una señal de que ya no eres un hombre, un ser humano, sino sólo una máquina capaz de levantar un saco de cincuenta kilos y meterlo en la parte de atrás del coche?
¿Es que no elige todo el mundo a sus amigos porque les son útiles? ¿Un hombre no se casa con una mujer que le halaga, que le hace cosas como cocinar y comprarle ropa? ¿No es natural? ¿El amor es natural cuando une a personas que, de lo contrario, no serían de valor práctico la una para la otra? Continuó razonando de esta forma.


Philip K. Dick en "Confesiones de un artista de mierda". Chingón libro que no leí sólo por... no querer, duh. Ahí estuvo el pobre esperando al lado de mi cama hasta que se me ocurriera estirar la mano y continuar leyéndolo. A decir verdad empieza lentón, cuesta trabajo leer a Dick en ondas tan mundanas y aterrizadas como esto de las relaciones humanas. Esta parte la leí durante la tarde, y me gustó tanto como para iniciar esto así.

Y así, empiezo la bitácora, empiezo de nuevo a leer, y así empieza este mes tan remembrante.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Chinitos,

Buen inicio, muy a la 'tú', con la escritura de K. Dick en el tono perfectamente lógico que te caracteriza, que venga más!

Algún día hablábamos del placer de leer, pues bien, el de leerte es uno que va más allá del simple hábito de tomar un libro u 'ojear' algunas letras de algún desconocido, pues hasta en las lecturas que haces y llegas a plasmar (este caso en específico) se reconoce cierta parte de tu cerebrito.

Espero más de ti en esta bitácora, como la llamas, para disfrutarte también, a través de las grafías.

Yo. <3

Unknown dijo...

Bucles... chinga a tu madre.


PD. Te quedó chido tu blog.

s.u.p.n. dijo...

Gracias, querida.

Ah, Dani, también muy lindo tu comentario. Chido, vieja. <3

Y ahora... ¿qué pongo?

Don Tony Clifton dijo...

Pos bienvenido a la blogosfera...
CHTM

Anónimo dijo...

Querida Danis

De nuevo comentaste mal.....

Debiste tirarte al piso y besarle las patas..

Eres lo maximo!

Pd.- Logico?? el no es logico, su logica esta fuera de esta realidad alterna, no es un "placer" es un privilegio leerle hasta una coma, bitacora!!!!! WTF! ... no mas es un blog..

<3 4evr
<3 Tambien a ti Danis.

Sivoli dijo...

Bucles: CHINGA TU MADRE.


Ah! aquí no se daban bienvenidas, vedá?


Bueno, igual vas y buscas en tu alacena dos frascos de...